jueves, 28 marzo 2024

Adrián Larripa, CEO de BigDEl término innovación se ha convertido en un concepto extremadamente complejo y confuso. 

  • Complejo porque no deja de tratarse de un proceso natural y Darwiniano de adaptación a la realidad del siglo XXI, que evoluciona hacia ecosistemas cada vez más intrincados.
  • Confuso porque, en un entorno industrial, a menudo caemos en una visión simplista de la innovación ligada casi exclusivamente al desarrollo tecnológico. Este enfoque implica el grave riesgo de articular políticas y procesos en pos de una mayor competitividad del tejido empresarial que, sin embargo, no generan el posicionamiento deseando ni a medio ni a largo plazo.

¿Es la apuesta por el desarrollo de la tecnología industrial-digital y la internacionalización el modelo que hará que nuestras empresas experimenten un crecimiento sostenible, o nos estamos dejando algo por el camino?

Hace años que las clásicas claves para una estrategia competitiva (fuerte diferenciación de producto, marca que genera confianza, excelencia en procesos y logística, grandes volúmenes e inversiones en I+D,…), se convirtieron en eso, en clásicas y, por definición, conocidas e imitadas por todos. En los sectores ‘technology-driven‘, donde los ciclos son cada vez más cortos y las barreras de entrada a mercados establecidos más bajas, se da lugar a numerosos ejemplos del concepto acuñado por Werner Sombart como “Creative Destruction” o “Destrucción Creativa”.

Dicho concepto hace referencia al cambio que sucede en una economía de mercado cuando nuevas fuerzas disruptivas acaban con empresas y modelos de negocio consolidados. Véase al respecto el caso de Uber y otros casos de ‘blitzscaling’ como Snapchat o Zipcar.

Lo anterior no quiere decir que todas las empresas deben perseguir el liderazgo de su mercado o el cambio disruptivo, sino que la prioridad debiera ser segmentar en distintos grados de ambición sus proyectos de innovación y, en consecuencia, desarrollar una estrategia para tales fines.

De lo que sí que deben ser conscientes aquellas organizaciones que ambicionen cambiar las reglas del juevo es que la innovación centrada únicamente en producto, servicio o marca ya no es suficiente

Incluso aquellas marcas que lideran el desarrollo tecnológico de su mercado, han visto cómo la curva de disrupción tecnológica termina por estabilizarse. En consecuencia, su producto pierde valor y los competidores emergentes ganan cuota de mercado. Por ejemplo. Las ventas de iOS Smartphones en el segundo cuatro de 2016 se sitúan en un 12,9% de cuota de mercado frente al 14,6% del año anterior.

Todos aquellos ‘drivers’ de una economía industrial, en sí mismos, únicamente pueden ayudar a innovar de forma incremental y a mantener una cierta ventaja competitiva que, antes o después, quedará obsoleta.

El objetivo de este texto, por lo tanto, no es el de pintar un panorama pesimista sobre la innovación. Al contrario, se trata de una llamada de atención sobre el verdadero potencial de la misma. De reivindicar un enfoque holístico, más acorde con la “conceptual economy” en la que estamos sumergidos, donde la tecnología es un medio más para crear nuevas formas de relacionarnos, de interactuar, crear valor y experiencias para el consumidor. Y, en este contexto, se trata por último de entender la creatividad como un factor clave, no de destrucción como sostiene Sombart, sino como construcción de un valor en pos de esa diferenciación sostenible que toda industria desea.

¿Y si empezamos a tomarnos en serio el papel del diseño en la innovación?

“Está en el ADN de Apple que la tecnología no es suficiente. Es el encuentro de la tecnología con las artes liberales y las humanidades lo que logra emocionarnos” Steve Jobs, en la presentación del iPad. 2 de marzo de 2011

Adrián Larripa
Fundador y CEO BigD


To Top